Eso mismo hice yo a los 17 años. Llegué con mi guitarra a Ginebra a un curso de perfeccionamiento con el Maestro Aspiazu. Llegaba tres días tarde por exámenes. Igual que el del vídeo, abrí la funda de mi guitarra, tranquilo en apariencia, me senté, me concentré y empecé a tocar esa misma pieza: La Catedral, de Barrios. Es bastante larga. De dificultad media la primera parte, pero luego se complica. Me estaba saliendo muy bien. Me sentía cada vez más seguro. Cuando acabé hasta sonreía. Se acercó el maestro y dijo: “Gracias Humberto. Bueno chicos, aquí tenéis un ejemplo de lo que es la guitarra en España. Vuestro nuevo compañero tiene una técnica muy destacable, mejor que gran parte de vosotros… y un gusto musical… nulo.
El cabrón de maestro se libró de que le rompiera la guitarra en la cabeza porque era un instrumento muy caro. Luego, con los años se lo agradecí: me libró de una carrera de guitarrista mediocre. Si eres un ingeniero mediocre es posible que nadie se de cuenta, pero si eres un guitarrista mediocre se va a dar cuenta todo el mundo al primer compás.
La pieza que elegí ni siquiera es demasiado bonita ¿verdad? Sí, si, creo que tenía razón el viejo profesor.