El error se cometió en el 2004, cuando se acometió la disyuntiva entre profundizar en la unión de la UE o ampliarla. Las dos cosas a la vez no parecían realistas. Se decidió por lo segundo, probablemente para ampliar mercados consumistas, y quizá por no saber cómo hacer lo de la profundización. Se amplió pues a Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia, República Checa y Chipre, y más tarde a Rumanía, Bulgaria y Croacia, llegando a una Europa tan heterodoxa que no es posible manejar ni mucho menos hacerla más unida (en lo político, en lo financiero, en lo fiscal etc.). Es decir un churro.