Cuando se aprobó el Estatut estaba yo casualmente en Barcelona y tuve un subidón. Días después me llegó el texto a mi despacho y sufrí un doble cabreo: con Zapatero por idiota, por decir que iba a aprobar “lo que enviaran”, y con Maragall ¡¡compañero de partido, caramba!! por enviar algo inaceptable por inconstitucional. Pensé: la tenemos armada. Y armada la tenemos.