Artur Mas ha sido uno de los políticos que más errores ha cometido en los últimos tiempos. Le pones una empresa en sus manos y le dura un café. Pero hay que reconocer que tiene aguante: se le sigue viendo con ánimos, inasequible al desaliento, “imposible el alemán”, con esa sonrisa, más petulante que franca; ese andar, entre campechano y pretendido seductor; ese talante, de apariencia amigable pero distante. Eso sí, pendiente en cada momento de su propia imagen (incluso cuando acompaña a su hija al altar), quizá por pedantería, quizá por inseguridad.
Y hasta hace poco incluso tenía cara de salud. Hoy ya no, desde que saltó el escándalo Pujol ya no. ¿Por qué será? ¡Aaaahhh?