Estaba yo un día en la terraza de mi apartamento de verano siguiendo el ir y venir de las olas, la mente en blanco y el libro olvidado entre mis manos (hace ya años de eso), cuando una amiga de la familia se sentó a mi lado y, ambable y jovial, me preguntó: «¿Qué, petem la charrada?»
Pensé: «Qué expresión más fea; el español es mucho más fino… me gusta especialmente la suavidad con que se habla en algunos paises americanos, en Colombia por ejemplo. Ahí me podrían haber dicho: “¿Platicamos un poquito?” Incomparable, ¿no?»
Pero luego rememoré unos versos: “Les paraules que tu em deies/ las sentia en ton respir/ i a las mevas tu somreies/ no arribanles io a sentir”. Y me dije: «Tonto, el catalán es un idioma bellísimo y, como el francés, uno de los más aptos para la poesía. Y tú, Beto, no seas tan gilipollas».